Bicicleta

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sábado, 4 de abril de 2015

| Un arma de doble filo |

Odio los abrazos.

Ciertamente me hacen recordar y rememorar aquellos que se fueron un día frio con tan sola una llamada. 

Es como algo estocástico, saben, como algo aleatorio que viene cuando quiere y deja una sonrisa o lagrimas recorriendo mis mejillas.

Es el fiel recuerdo que perdura en la Tierra.

A veces trato de compararlos con los simples abrazos que me dan ustedes, mi madre o incluso mi hermano al que amo tanto, pero nada es igual. Nada es igual...

Por eso me llega la melancolía o la felicidad. La meloncolia me invade cuando me doy cuenta de que nunca jamas podre tener de nuevo un abrazo como ese, que nadie me estrechara tan fuerte, que nadie cocinara esos almuerzos ni esas cena, que nadie... que nadie...

Pero me consuela saber que ese es su legado. Me consuela saber que ella en alguna parte de este planeta esta cuidando de algo, de alguien, de mi, de nosotros.

Es un contrato que firmo antes de partir, un tatuaje permanente en el cielo, un arma de doble filo...