Me detuve en el medio de la escena y mire mi rostro. Nada se sentía como antes. La profunda herida en mis labios hacia que se tiñeran de rojo carmesí y violeta, la cicatrices que recorrían mi rostro parecían inverosímiles, fuera de lo normal.
Pero lo que más llamo mi atención fue mi mirada, tan distinta, tan frenética. Ya no era aquella mirada serena y tranquilizante, ya no parecía verdadera. Ahora tenía un color extraño, un color oscuro y penetrante, mi pigmentación en solo semanas había pasado de un celeste a un azul, y de un azul a un gris. Los matices se veían claramente delimitados, ahora los 3 colores se fundían, dando una sabor extraño a mis facciones, dando un sabor extraño a la sangre que descendía de mi nariz.
De repente mis ojos se voltearon hacia adentro, dejándolos totalmente blancos y a la deriva de mis pies que se balanceaban de adelante hacia atrás negados a caer al suelo. En mis manos se sentía un hormigueo constante, y mis rodillas se doblaban incontrolablemente. Una fuerza inexplicable intentaba tirarme hacia el interior del espejo, mi cabeza fue succionada como un remolino de viento, dejando que mechones de cabello oscuro cayeran sobre las baldosas.
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