Y entonces pensé que era mejor dormir.
Dormir y dejar que mi cerebro descansara de su tormento.
Dormir y despertar en el medio de la madrugada cuando el cansancio ya no estuviera presente y la pena se hubiera ido.
Eso pensé, tan equivocadamente, pero cuando desperté la pena solo era peor que antes. Porque el sueño no alivia las heridas, enfrentar la vida alivia el dolor ya llegando al punto en que no te acuerdas en que momento estuviste triste. Ya no recuerdas las lagrimas y el fracaso solo memorizas los buenos momentos con la esperanza de que el mal no vuelva, con la ilusión de que lo bueno saque a lo malo, como un martillo saca un clavo torcido.
Aun así necesito manejar esto sola, sin consuelos, sin palabras confortables. Y ya se que no es tu culpa, que no tenes nada que ver, por eso necesito que te vayas, que me dejes sola por un momento. Ya todo va a pasar.
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